domingo, 27 de octubre de 2019

Cristina, hija de Lavrans



Es es sin duda una gran novela histórica. Si quieres conocer cómo era Noruega en el siglo XIV, este libro es uno de los mejores para adentrase en la vida de sus gentes en una época en la que Noruega era cristiana y la fe y la religión son lo más importante.
Cristina es hija de un noble rural, muy religioso y bondadoso, cuyos hijos varones han muerto y ahora sólo tienen a esta pequeña y precios niña. Muy unida a su padre, Lavrans desde bien pequeñita, no evitará su sufrimiento cuando decide romper el matrimonio concertado y prácticamente huir con un joven acaudalado aunque rebelde. Cristina siempre vivirá con el dolor profundo que ha causado su decisión a su familia pero poco a poco irá sobreviviendo y reconciliándose con todos.
Esta novela está centrada en la vida de Cristina. Desde sus primeros años en la granja de sus padres, con sus pequeñas hermanas, conociendo cómo es la vida, la importancia de la religión; siendo fiel y respetuosa con sus mayores y con la Iglesia, obediente con su padre ante su matrimonio, pero la vida le lleva a conocer a Erlend y enamorarse perdidamente de él. Su relación no será sencilla pero lo cierto es que tendrán momento felices aunque también muy duros y pasarán por las mayores de las riquezas y las pobrezas.
A través de este amplio libro conocemos cómo era la vida en Noruega a principios el siglo XIV, donde la vida religiosa y cristiana era tan importante, rezar y la salvación ante Dios era lo que movía a sus gentes. La generosidad con lo más desfavorecidos, las ofrendas a los santos, es lo que va a conseguir que consigan el eterno descanso junto a Dios.
Es una novela muy densa y larga pero muy interesante y cuya escritora consiguió el Nobel del Literatura.
Próxima lectura: El secreto de mi marido, de Liane Moriarty.

domingo, 20 de octubre de 2019

El dolor de los demás




Es la primera vez que me leo un libro en primera persona de un hecho real. Y no un hecho cualquiera, sino un asesinato que vivió el autor cuando era un adolescente de diecisiete años. En la Nochebuena de 1995 su mejor amigo mató a su hermana y luego se suicidó tirándose por un precipicio. Ya solo con leer esto en la contraportada es suficiente para abrir lo ojos como platos y dejarse llevar cuanto antes por las líneas de la novela.
Pero esta es una obra que no trata de descubrir criminalmente, con datos reales y científicos lo ocurrido aquella noche o trate de esclarecer los motivos que había detrás. Esta novela es más humana que otra cosa porque una cosa es clara: el asesino era el mejor amigo del escritor y por lo tanto no consigue ver más allá de eso en el momento en que ocurren los hechos. Viven en la huerta murciana, sin muchos jóvenes alrededor, en una localidad muy pequeña y en una época donde internet o la televisión a gran escala todavía no ha llegado. Se pasan el día en la calle, jugando, entreteniéndose con cualquier cosa... Lo primero de lo que es consciente el autor cuando empieza a centrase en esta historia veinte años después es que quizá no conociera a su amigo tanto como pensaba. Se dedicaban a estar juntos, participar en la fiestas patronales, ir a misa, pero nunca supo realmente qué era lo que pensaba o ansiaba de la vida.
Así que aunque al principio se centre en la investigación, en los hechos reales y trate de encontrar el acta policial y judicial de ese día, finalmente hablará con unos y otros, con amigos y familiares, con todo aquel que vivía allí en aquel momento allí y que sigue viviendo e irá haciéndose a la idea de quién es quién en esta historia, donde hay más víctimas de lo que parece en un principio.
La verdad es que en la novela se nota claramente la angustia del escritor. No es fácil echar la vista atrás y volver a donde se quiso huir y no es fácil ver a tu mejor amigo como un asesino. Pero la novela merece la pena.
Próxima lectura: Cristina, hija de Lavrans, de Sigrid Undset.