jueves, 15 de noviembre de 2018

El cielo es azul, la tierra blanca



Qué forma tan distinta tienen los escritores japoneses de contarnos las historias. La forma en que la novela se desarrolla y cómo se relacionan los personajes es muy distinta a otros escritores, y es algo único y refrescante, una nueva forma de ver el mundo a través de sus ojos.
Tsukiko tiene cuarenta años, está soltera y lleva una vida solitaria. Un día cualquiera se encuentra por casualidad en una taberna con un antiguo profesor suyo del instituto. Ni siquiera era uno de sus profesores favoritos pero le sorprende que pidan casi lo mismo en la taberna y que tengan gustos tan similares pese a los años de diferencia que hay entre ellos. Tsukiko y el Maestro se irán encontrando de forma casual en esa misma taberna, en otras, irán entablando conversaciones, quedarán para hacer cosas juntos, y casi sin darse cuenta, se convertirán en grandes amigos y compañeros en esta vida solitaria y triste que parecía que ambos tenían.
Entre ambos surgirá una amistad, un compañerismo sorprendente entre dos personas tan alejadas en edad y sin, aparentemente nada en común, pero para Tsukiko la vida empieza a cobrar algo de sentido y empieza a tener ilusión por algo y el Maestro es una persona tan peculiar y especial que se dejará llevar también por lo que va surgiendo entre ambos.
La historia que se desarrolla entre ellos es tan sensible, dulce y está narrada de una forma tan fina, que es en una auténtica obra de arte. Una maravilla de libro, dulce y sincero.
Poco más se puede añadir salvo dejarse llevar por su líneas y disfrutar de esta bonita historia.
Próxima lectura: El club de los viernes, de Kate Jacobs.

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