sábado, 2 de julio de 2016

El amante japonés



De Isabel Allende me enamoré en La casa de los espíritus, allá por mi adolescencia. Cuando un libro te llega tan dentro a una edad tan temprana, tu mundo se abre a todas las historias posibles, todas las que nos regalan los libros y que te llevan a otros mundos. La imaginación es poderosa y cuando te adentras en una lectura que te atrapa es un regalo que no se puede dejar pasar. Esta fue una de las primeras novelas que me dejó con hambre de más y me hicieron hacerme una devoradora de libros.
El amante japonés nos ofrece una historia de amor a lo largo de los años, un fuego que no se apaga como dice la escritora y que sobrevivirá a sus protagonistas.
Irina empieza a trabajar en la residencia de ancianos de Lark House en San Francisco, ya de por si un escenario maravilloso. Allí conocerá a Alma Belasco, una mujer de armas tomar y que su familia no entiende por qué ha decidido recluirse en una residencia. Ambas se gustarán desde el principio y es así como Irina comienza a trabajar para ella como secretaria, ordenando todo lo que ha ido recopilando a lo largo de su larga vida para que nada quede en el olvido. A través de sus recuerdos y sus cartas conocerá la historia de Alma y de Ichimei, un amor que empezó cuando se conocieron con apenas ocho años y que estará siempre en ellos, aunque tengan que pasar tiempo separados y aunque sigan con sus vidas intentando olvidarse el uno del otro.
La historia de Alma y la historia de Ichimei son también independientes entre sí, ambos tendrán que superar muchos obstáculos en sus vidas pero siempre se tendrán el uno al otro, en un amor imperecedero, y en las largas cartas que se van escribiendo a lo largo de toda su vida. Cartas, dibujos y flores serán su apoyo durante los años que estén separados, esperando siempre reencontrase.
Una novela muy bonita, un regalo leerla.
Próxima lectura: A flor de piel, de Javier Moro.

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