martes, 30 de septiembre de 2014

El cartero siempre llama dos veces



Me gustan mucho las novelas negras, sobre todo las de los escritores norteamericanos de los años 30 y 40, novelas oscuras, dramáticas, con finales tristes y desgarradores. Novelas como ésta, en la que la pasión entre dos personas les lleva por caminos que no imaginaban.
Nuestro protagonista, Frank, es un vividor; va dando tumbos de un lugar a otro, robando, metiéndose en peleas, malviviendo de cualquier forma y sin oficio ni beneficio. En uno de esos vaivenes aparece en una fonda, un bar de carretera de California donde el dueño se apiada de él y le da un trabajo. Él no piensa aceptarlo, claro, sólo aprovecharse de la comida a la que le está invitando o quizá ganar un puñado de dólares para ir hacia otro destino. Pero la mujer del dueño se cruza en su camino y decide quedarse.
La pasión desmesurada, loca, que crece entre ambos tendrá graves consecuencias. Les lleva a un mundo de perdición, triste, desolador, que les hace cometer todo tipo de locuras. Esta locura que les une les lleva a una espiral criminal con graves consecuencias. Se aman pero se odian, se quieren pero se tienen miedo, no se fían uno de otro. Ambos tendrán un final triste, pensando cómo han llegado ahí. Frank nos cuenta la historia en primera persona narrando sus sentimientos y sus pasiones.
Excelente novela de un gran escritor. Grandes novelas negras las de esa época; te dejan un sabor amargo pero son de lectura obligada.
Próxima lectura: Mi alma gemela, de Caroline March.

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